el exilio visto desde la Argentina
Este país donde habito es tierra de inmigrantes. Pero existen varios tipos de migración, ciertamente las dos más obvias son: la migración voluntaria y la migración obligada. Si bien, dentro del segundo grupo se encuentran los exiliados, el exilio también puede ser una voluntad propia de alejarse lo más posible de un lugar y mimetizarse en otro.
En Argentina, el exilio se respira denso como la humedad de sus buenos aires: a través de la televisión, en los diarios, por entre el nombre y el apellido y dentro de los libros de historia. Desde finales del siglo XVIII y a lo largo de los siglos XIX y XX, la Argentina –tierra extensa, hermosa y despoblada- recibió a todo tipo de inmigrantes europeos y americanos. Polacos que dejaron su tierra por una amenaza de doble filo: roja y negra, de cruces y hoces, miedo y terror. Españoles buscando construir la permanencia de sus tradiciones a través de misceláneas y tiendas de abarrotes, alemanes firmes en la idea de que esta tierra al fin del mundo era capaz de consolidar un proyecto nuclear, italianos aventureros, ingleses fríos pero con ideas apasionantes como el fútbol, las carreras, los clubes sociales, el rugby, el té y el rock.
Pero no sólo existen exiliados en Argentina, los hay por todo el mundo. El tránsito poblacional, cultural y social del mundo es complejo y sobre todo, constante. Empero, hace doscientos años (e incluso menos) que una persona dejara la tierra que lo vio nacer, significaba decirle adiós tal vez para siempre y la única oportunidad de tener esa tierra cerca de esa persona, aunque fuera simbólicamente, era a través de manifestaciones culturales como el énfasis en el nacionalismo y las tradiciones.
Hoy en día las cosas son distintas. El exilio permite, a través de herramientas tecnológicas, una especie de bi-nacionalidad para quien lo vive. El correo no tarda 4 meses en cruzar el atlántico, sino unos escasos segundos por la internet. Los inmigrantes pueden estar en contacto directo y constante con sus seres queridos, leer las noticias de su tierra en tiempo real, mandar y recibir dinero, alimentos, utensilios diversos, incluso mantener vigentes las tradiciones sin tener que modificarlas por el medio que los rodea.
Los transportes y los medios de la comunicación hacen del exilio una vivencia llevadera. Pero hoy, a diferencia del pasado, los migrantes en su gran mayoría, eligen habitar otro lugar, para obtener una mejor calidad de vida. Hay cosas que cambian, como las herramientas para permanecer en contacto, y hay otras cosas que, por desgracia, permanecen. Permanece el miedo, la violencia, la pobreza, el hambre. Permanece la sensación de vacío, la nada y el hastío. Permanece el mal social, la corrupción y la ineficacia del sistema económico político.
No hay una guerra mundial en el ombligo del mundo que envíe a la gente, cual fuerza centrífuga, a los confines del sistema. Los europeos han dejado de exiliarse en Sudamérica; el euro los protege y ahora solo vienen de vacaciones a mirar las impresionantes cataratas del Iguazú, los no menos apantallantes icebergs de la Patagonia, la folklórica ciudad porteña y las hermosas montañas andinas.
Ahora la Argentina tiene nuevos migrantes, que no vienen de tan lejos; paraguayos, bolivianos, peruanos. Vienen escapando de otros fantasmas que portan las banderas del fascismo y el comunismo. No son grandes empresarios judíos, ni ideólogos que escapan de un régimen que los obligue a callar. Son gente común. Sin ideas, sin consciencia de clase, sin necesidad de la revolución, quienes migran utilizando lo más básico de los medios de transporte y las comunicaciones, para establecer villas infrahumanas, donde se vive al día, donde conservar las tradiciones no existe… y sin embargo, para ellos eso es mucho mejor que lo que dejaron atrás.
¿De qué sirve el Internet, la banda ancha, Western Union, el iphone, la videoconferencia, el tren bala y el avión, cuando sigue habiendo miedo, injusticia, violencia, pobreza y una latente fuerza de dejarlo todo por necesidad más que por convicción? ¿Qué estamos haciendo mal?
*Artículo publicado en la sección sólo en Internet del número 204 de la revista Este País, marzo 2008.
En Argentina, el exilio se respira denso como la humedad de sus buenos aires: a través de la televisión, en los diarios, por entre el nombre y el apellido y dentro de los libros de historia. Desde finales del siglo XVIII y a lo largo de los siglos XIX y XX, la Argentina –tierra extensa, hermosa y despoblada- recibió a todo tipo de inmigrantes europeos y americanos. Polacos que dejaron su tierra por una amenaza de doble filo: roja y negra, de cruces y hoces, miedo y terror. Españoles buscando construir la permanencia de sus tradiciones a través de misceláneas y tiendas de abarrotes, alemanes firmes en la idea de que esta tierra al fin del mundo era capaz de consolidar un proyecto nuclear, italianos aventureros, ingleses fríos pero con ideas apasionantes como el fútbol, las carreras, los clubes sociales, el rugby, el té y el rock.
Pero no sólo existen exiliados en Argentina, los hay por todo el mundo. El tránsito poblacional, cultural y social del mundo es complejo y sobre todo, constante. Empero, hace doscientos años (e incluso menos) que una persona dejara la tierra que lo vio nacer, significaba decirle adiós tal vez para siempre y la única oportunidad de tener esa tierra cerca de esa persona, aunque fuera simbólicamente, era a través de manifestaciones culturales como el énfasis en el nacionalismo y las tradiciones.
Hoy en día las cosas son distintas. El exilio permite, a través de herramientas tecnológicas, una especie de bi-nacionalidad para quien lo vive. El correo no tarda 4 meses en cruzar el atlántico, sino unos escasos segundos por la internet. Los inmigrantes pueden estar en contacto directo y constante con sus seres queridos, leer las noticias de su tierra en tiempo real, mandar y recibir dinero, alimentos, utensilios diversos, incluso mantener vigentes las tradiciones sin tener que modificarlas por el medio que los rodea.
Los transportes y los medios de la comunicación hacen del exilio una vivencia llevadera. Pero hoy, a diferencia del pasado, los migrantes en su gran mayoría, eligen habitar otro lugar, para obtener una mejor calidad de vida. Hay cosas que cambian, como las herramientas para permanecer en contacto, y hay otras cosas que, por desgracia, permanecen. Permanece el miedo, la violencia, la pobreza, el hambre. Permanece la sensación de vacío, la nada y el hastío. Permanece el mal social, la corrupción y la ineficacia del sistema económico político.
No hay una guerra mundial en el ombligo del mundo que envíe a la gente, cual fuerza centrífuga, a los confines del sistema. Los europeos han dejado de exiliarse en Sudamérica; el euro los protege y ahora solo vienen de vacaciones a mirar las impresionantes cataratas del Iguazú, los no menos apantallantes icebergs de la Patagonia, la folklórica ciudad porteña y las hermosas montañas andinas.
Ahora la Argentina tiene nuevos migrantes, que no vienen de tan lejos; paraguayos, bolivianos, peruanos. Vienen escapando de otros fantasmas que portan las banderas del fascismo y el comunismo. No son grandes empresarios judíos, ni ideólogos que escapan de un régimen que los obligue a callar. Son gente común. Sin ideas, sin consciencia de clase, sin necesidad de la revolución, quienes migran utilizando lo más básico de los medios de transporte y las comunicaciones, para establecer villas infrahumanas, donde se vive al día, donde conservar las tradiciones no existe… y sin embargo, para ellos eso es mucho mejor que lo que dejaron atrás.
¿De qué sirve el Internet, la banda ancha, Western Union, el iphone, la videoconferencia, el tren bala y el avión, cuando sigue habiendo miedo, injusticia, violencia, pobreza y una latente fuerza de dejarlo todo por necesidad más que por convicción? ¿Qué estamos haciendo mal?
*Artículo publicado en la sección sólo en Internet del número 204 de la revista Este País, marzo 2008.
Comentarios
y todo para qué?
claro que, para entender eso hacen falda dos cosas: primero - aprender a escribir, segundo - aprender a leer.
y una más: sacarse el argentino-chanta-pomposo-pretensioso de la cabeza... son esas personas las que dan pésima -por no decir "ordinaria"- imagen de un país tan complejo y hermoso
te invito a participar con tu blog en mi blog directorio,te conocerán un poco mas
http://aquiestatublog.blogspot.com
pásate y deja tu blog en el libro de visitas,y mira algo de publi,eso valora mi trabajo
invito a los blog que me parecen interesantes,si consideras que esto es spam te pido perdón
Migrante económico, exiliado, refugiado, son palabras que dan cuenta de realidades diversas.
Lo de bolivianos, paraguayos, y otros latinoamericanos que no siguen sus tradiciones es falso.
Suena como: la única cultura que percibo es la europea. Esa mirada tuya construye unas pobres "ratas" que viven en villas y en contraposición, la rica diversidad cultural de los inmigrantes españoles, alemanes, ingleses e italianos que huían de los totalitarismos.
Probablemente sea una descripción bien intencionada pero no dialoga con la diferencia, la compadece.
lo que trato de decir en este post (que por desgracia por el formato del blog no puede ser un ensayo gigantesco) es que existe gente en latinoamérica que vive en el exilio por fantasmas distintos que los del siglo XX, pero que motivan las mismas movilizaciones humanas: hambre, guerras, conflictos político/ideológicos.
existen millones de casos por los que una persona se desplaaza. existen empero, situaciones que obligan a la gente, desde hace millones de años, a dejar su tierra, sin otra opción...
y entre muchas otras cosas, no dije "la rica diversidad cultural europea", eso lo leíste tu...
gracias por pasar
"Ahora la Argentina tiene nuevos migrantes, que no vienen de tan lejos; paraguayos, bolivianos, peruanos. Vienen escapando de otros fantasmas que portan las banderas del fascismo y el comunismo".
Esto último, "fantasmas que portan las banderas del fascismo y el comunismo", te lo subrayo porque de buenas intenciones no tiene nada.
Nada, bombón asesino.
así son todos los argis en méxico, por eso los odian, por cerrados.
para mi, argentina es -entre muchas cosas- una construcción poética donde existen icbergs, montañas, gauchos y migrantes, lamento si eso te ofende.
por otro lado, cuando necesite un corrector para escribir mi alucinante guía turística de aviso. ah! se me olvidaba!!! los valientes como tú firman "anónimo" y no dejan huella.
y bueno... nada.