Al final
Al final no me enlisté en las filas de ninguna revolución
Sino que me la aprendí en los libros
Y de vez en cuando
La miro por televisión
Al final no me revelo cual salmón
Contra el sistema,
Mas bien soy presa
Del programa de vacunación.
Al final ¿dónde queda mi dios?
Si me enferma la institución
Donde bautizo a mis hijos
Y eventualmente me aparezco
Para pedir perdón…
Mis ideales los guardo en el cajón de la madurez
Y a la hora de la realidad:
escondo las pancartas,
bajo las banderas…
Y me inserto en una marcha
Gris y sombría
Que me deja un peculiar sabor de boca
De resignación y tranquilidad.
Sino que me la aprendí en los libros
Y de vez en cuando
La miro por televisión
Al final no me revelo cual salmón
Contra el sistema,
Mas bien soy presa
Del programa de vacunación.
Al final ¿dónde queda mi dios?
Si me enferma la institución
Donde bautizo a mis hijos
Y eventualmente me aparezco
Para pedir perdón…
Mis ideales los guardo en el cajón de la madurez
Y a la hora de la realidad:
escondo las pancartas,
bajo las banderas…
Y me inserto en una marcha
Gris y sombría
Que me deja un peculiar sabor de boca
De resignación y tranquilidad.
Comentarios
Pero a no bajar los brazos.
El criar un hijo es una revolución también.
Y el educarlo una apuesta muy arriesgada.
Así que ni sentir pena por claudicar qué hasta los más recios lo han hecho.
Quizá hoy sólo quede, como dice Nacho Vegas, reunirse en los aeropuertos y al calor de un smoking-room hablar del tiempo y a caso del gobierno trazando el magno plan: sobrevivir
"Nuevos planes, idénticas estrategias"