five eleven thirteen nine forty seven


“I have this strange feeling that I’m not myself anymore. It’s hard to put into words, but I guess it’s like I was fast asleep, and someone came, disassembled me, and hurriedly put me back together again. That sort of feeling.”

—   Hakuri Murakami, Sputnik Sweetheart

 

estoy en el pasillo blanco que no tiene cartel pero se presume que dice: quirófano, y me ascienden las pulsaciones cardíacas. “acá faltan unos sillones, unas plantitas” pienso como para distraerme. traigo mis zapatillas fuscsia y el brazalete que recién me han colocado es del mismo color. son las 8.15 am

 

“espera aquí.” espero. abren la puerta y está la asistente de mi médico y su secretaria, ambas divinas. divinas en ese sentido de nos-pagan-por-ser-divinas. así que entro, me desvisto, meto mi ropa en una bolsa de plástico marrón (qué color horrible) me acuesto. respondo: septiembre, o negativa, si en ayunas, traigo el electro… y aparece mi médico. me cambia la cara, él me da confianza y su sonrisa me tranquiliza. estoy ahí semi desnuda, sólo con la batita indecente a la que le falta un piolín, lista para que me pinte una raya verde como sonrisa de gato a lo largo del vientre. “te voy a quitar la antigua cicatriz y voy a dejar una nueva.” me explica.  abrazo mi panza, ya comienzo a extrañarla. todo el procedimiento es claro, prolijo, ordenado. comienzo a temblar aunque estoy calmada. pienso en un aria que pueda tranquilizarme. Bereite dich Zion viene a mi mente, respiro, sonrío y entono. las marejadas de hormonas me recuerdan que es difícil entonar tan embarazada, pero lo intento y empiezo a cantar. “despiértate Sión / con tierno deseo / para ver pronto junto a ti / al más tierno, al más hermoso. tus mejillas deberán lucir resplandecientes para encontrarse hoy con tu prometido.” después de la primer stanza me olvido la letra, repito, y sigo respirando “la clave es no perder la coordinación de la respiración.” me emociono de pensar que finalmente hoy se termina la espera y voy a conocer a mi bebé en menos de dos horas.

 

parece que estamos listos. lo escucho a mi marido en el pasillo. vamos al quirófano. respiro. suspiro. aflojo los hombros.

 

así que esta es la entrada a la dimensión desconocida. es como estar en un sueño de alguien más. como esa historia que ya viviste, el cuento que ya te contaron, que leíste mil veces, que estás viviendo de nuevo, pero no eres tú, sino alguien más; como en un sueño. quisieras disfrutar cada momento y que todo se grabe en tu mente, al mismo tiempo quieres que todo pase tan rápido que no te enteres. mejor que pase lento, bueno rápido y sin dolor, bueno, pero esto no duele, duele más después. Bereite dich Zion… canta ahora porque no estás segura cuándo vas a poder volver a cantar. flor de loto. pinchazo en la espalda entre el tatuaje y la columna, despiértate Sión… se duermen las piernas.

 

las nueve y veinte… no vez el monitor pero escuchas tu corazón corriendo la maratón de Nueva York. y aparece tu marido, con esa batita ridícula amarilla, indigna, que te hace reír, te da la mano y automáticamente tus pulsaciones se van a setenta. “así está mejor” piensas, y el anestesista le dice “apenas entraste se tranquilizó” entonces se te nublan los ojos y entre las lágrimas, sus miradas se cruzan para decir “gracias por estar, y por acompañarme por estos 9 meses de felicidad, trámites, espera, embarazo.” él aprieta la mano para devolver uno de sus típicos y francos “faltaba más.”

 

“ayer –comienza a charlar el obstetra- di la conferencia más importante de mi vida. pero no hablé de medicina, hablé del fondo del mar. el evento era en el colegio de mi nieto Antonio en Olivos, él quiso que su abuelo Coco, que es buzo, viniera a contarles sobre el océano a sus compañeros.” tu marido se emociona “yo también soy buzo” dice y se ponen a intercambiar experiencias entre Turks & Kaikos, Cozumel, el gran arrecife de Australia. mientras tanto tú piensas en el océano, pero no en los tanques y el traje de neopreno y los tiburones, sino en la paz de un delfín que viene jugando en las olas azules, buscando la playa. y tu mente te lleva al salón de tu clase de gimnasia, a tus nuevas amigas todas panzonas, a Sarah McLachlan y ooooommmmmm. entonces te acuerdas de cantar una “o” es una O silenciosa, privada, personal, que te equilibra y te da paz e imaginas a tu bebé, azul, en tu panza de sangre azul, que viene navegando hacia ti.

 

todo se hace borroso, el monitor, la cortina, la mano de tu marido. el momento llegó. estás lista? bajan la cortina y ahí está. tan perfecta como ella, como todos los bebés del universo, como todo el universo en un par de ojitos chinitos. es ella, es tu hija. es Cecilia. bienvenida al mundo mi amor. y se te nublan los ojos, en ese momento como en este que lo tecleas de vuelta. ahí está mi pequeña, cubierta en esa cosa viscosa, toda de color azul, como las olas del mar. y te la alcanzan y la besas, y todo en el mundo se detiene: la crisis y el calentamiento global y el semáforo de Cerrito y Tucumán. tu bebé en tu pecho, viva y sana, con todos sus dedos. no te alcanzan las gracias para sentir esta felicidad que brota de todos los poros de tu cuerpo.

 

miras a tu marido, él asiente porque sabe lo que le estás pidiendo: que la siga y que no le quite los ojos de encima en Neo. respiras, ahora empieza todo un nuevo capítulo en tu vida. una breve, incómoda y fría internación que quedará en tu memoria como un mal sueño. después… sólo horas y horas de el más infinito y puro amor.

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