hartazgo de verano

Hace una semana se jubiló el jardinero, hoy por primera vez en un mes salí a combatir la maleza que asfixia la huerta. Entre ese monte de yuyos, queda erguida una planta de Kale. Exótica y tan fuera de hábitat, no la matan ni los caracoles ni el calor. La veo, florecer en mi abandono. Quisiera arrancarla, aunque sea para comerla, la ignoro y sigo por ahí.
 
A su alrededor saco gajos de entre los caminos, pensando en la risa del jardinero y me arruino el esmalte de uñas. A mi paso, me pica todo, me olvidé el repelente, me aguanto, me ensaño con sacar las malas yerbas y mientras voy buscando la manguera del riego que está chorreando, la escucho, pero no la veo… es como la tristeza que me abraza, la siento, pero no sé dónde está.
 
Bueno, sí se… Mamá va a cumplir 80 años próximamente, la semana que viene vamos a llevar las cenizas de Luisa al mar. Tengo un bebé que creció y ahora me odia. Tuve un bebé. Ahora no tengo más bebés. Listo, lo dije. Caí en el lugar común. Nos pasa a todas verdad? Duele igual? Es inevitable? Por qué mierdas no nos avisan de esto antes de ser madres….
 
Primero aprendes a ser madre, en un estado de agotamiento extremo donde pasa de todo, pero duermes muy poco y después te das cuenta que no aprendiste nada y tienes que aprender de vuelta, pero estás más vieja y tienes menos ganas.
 
Caminando descalza al fondo de todo, voy pensando un mantra que me compartió una amiga “gracias, gracias, soy feliz” pero voy llorando, y pisando con cuidado porque hay pinchos en el pasto. Me di por vencida con buscar un terapeuta. La sola idea me generaba el doble de angustia. “Hola querida, cómo va? Tanto tiempo! Feliz año? Es casi febrero, pero se dice feliz año? Bueno… qué calor no? Che… conocés un terapeuta?” Es tan bajón, tan ridículo y horrible. Que prefiero no. No quiero preguntar, no quiero escuchar todas las recomendaciones fantásticas y lo bien que hace la terapia. No no no no no. 
 
Entonces me compré unos patines. Unos caros, de esos que hacen sangrar la tarjeta de crédito, como un breve remordimiento, pedí que fuera en tres cuotas.  Dicen que el ejercicio, y el sol, ayudan a combatir la depresión. Hoy sólo me insolé. 
 
Este árbol que me mira escribir, está convencido en ponerse amarillo y tirar las hojas, ha decidido que se hartó del verano y está listo para el otoño. Admiro su determinación. 
 

Comentarios

Entradas populares