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Deseo pasar mi cumpleaños
durmiendo...
apagarme las propias velas
chamuscando el aire
alrededor
viciado.

Quiero dejar de pedir deseos
y esperar por la
desilusión;
desengaño sorpresivo que
esperemos
no sea tan fuerte
cuando
me de cuenta
que nada se cumple
más que los años.

Se me antoja dejar de sentir
lástima por la piñata
que se rompe;
por mi misma
al no coger nunca suficientes caramelos.

Pasar en blanco
el cumpleaños
sin esta cruda asquerosa
provocada por el
remordimiento que me da
el valemadrismo con el que
me tomo la vida:

Sin conciencia política,
cero deseos por reciclar el papel,
apatía social,
hueva laboral…
hueva en general.

365 días
de ver pasar
el tiempo
a lo pendejo
¿por qué este día debiera ser distinto?

Trece llamadas
-fueron un chingo-
las mismas trece felicitaciones
intrascendentes…
igual que todos los años,
y mis mismas respuestas
ojetes.

La apatía de dejar de ser…
para volver
a lo mismo
pero en más viejo
con cansancio en los hombros…
todo más jodido.

Descubrirme como la misma
quejumbrosa
de siempre,
mimada, berrinchuda,
histérica y poco tolerante…
*por no abusar del tintero*

Dos piernas
dos brazos
un par de ojos carentes
de anteojos…
que despega
con un viaje a la isla del té
y cierra con la ida
a la esquina del mundo
5 amigos… a lo mucho…
un montón de conocidos
simpáticos,
el que dejó de estar…
-yo siempre-
el que comienza a conocerme
y se enamora de mis manías
esquizofrénicas.

Permanece,
y se aferra
a un cerebelo quemado,
mi capacidad
crítica mierdera
y mi poca voluntad para
terminar mis proyectos.

Quiero dormir
este cumpleaños,
pasarlo sin sentirlo
y a cambio
me descubro incómodamente
sentada,
escribiendo
para una libreta
a la que le vale
madres
que a mi –como a todos-
el aniversario
me llene de
nostalgia
amargura
tristeza
y soledad.

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