amor que muere bajo una noche estrellada III
Obra de teatro en un acto y cuatro cuadros
Tercer Cuadro: Bernardo y Carla están bebiéndose un cafecito. Han pasado tres años, sino es que más, desde que Marta se marchó, parece que han cambiado pero no es así; las cosas siguen (para él) igual que cuando ella se fue, para Carla sí ha cambiado la vida, pero eso no es relevante. Él le habló por teléfono porque tiene algo importante que contarle, pero como siempre, Marta acapara escena y no lo deja hablar. La escena puede estar llena de gente o ser íntima; da igual.
Tercer Cuadro: Bernardo y Carla están bebiéndose un cafecito. Han pasado tres años, sino es que más, desde que Marta se marchó, parece que han cambiado pero no es así; las cosas siguen (para él) igual que cuando ella se fue, para Carla sí ha cambiado la vida, pero eso no es relevante. Él le habló por teléfono porque tiene algo importante que contarle, pero como siempre, Marta acapara escena y no lo deja hablar. La escena puede estar llena de gente o ser íntima; da igual.
-¡¡Ya Carla!! No te hagas del rogar y dime su nombre.
-Para qué, no creo que lo conozcas, tú eres un total ermitaño. – Carla dice mientras toma una taza. Vienen llegando y llevan todo el camino discutiendo trivialidades.
-Pero los nombres vienen y van. A veces salgo de mi cueva, aunque sea para ir con mi editor y pues, las cosas se saben tarde o temprano. De vez en vez voy a ese tipo de fiestas, alguna vez tuve tu edad.
-¡Cálmate anciano!
-Pues ya casi, pero a lo que me refería es que yo conozco ese ambiente.
-¡Nah! Conoces a los literatos por sus obras y eso es recíproco, pero jamás el ambiente en el que se mueven: Mucho hablar, mucha coca, mucho sol, mucho alcohol, mucho amor, mucho sexo; Mucha vida para ti.
-Es cierto, ha pasado mucho tiempo desde que me salí de ese ambiente.
-Ya han pasado tres años desde que ella se fue.
-Lo sé, pero igual no he podido olvidarla. Aunque mi equipaje cabía en un dedal, pesaba demasiado como para ir detrás de ella.– Extrañamente, Bernardo, aunque dice cosas tristes, aparenta extrema felicidad.
-¿No has pensado en dejar de ser tu propio espectador, de cambiar, no pensaste en conocer a alguien más?
-No, la luna escondía su mirada y yo quería conquistarla y ya vez, todo sigue igual. Marta es la única.
-Pero ella ya no está, Bernardo. Por favor entiende.
-No, si entiendo muy bien, lo que no podía era comprenderlo.
-¿Y entonces, qué vas a hacer?
-Hasta hace poco, lo único que hacía, aunque no me gustase, era gritar su nombre en la obscuridad. Pero por el momento sigo haciendo lo mismo que siempre.
-Osea, nada.
-No, eso no. Preferimos esperar.
-¡Pero no sabes nada de ella! Qué tal si vive fuera de la ciudad o peor aún, si ya se casó.
-No, pues ni hablar, ¡ja!
-Sabes, tu idealismo de mierda no te va a llevar a ningún lado. Te vas a quedar solterón, a menos que Marta no aparezca por arte de magia. (Bernardo Sonríe)- ¿Se puede saber de qué te ríes?
-De dos cosas.
-La primera...
-De la magia.
-Y la segunda...
-¡De qué no me has dejado hablar!
-No entiendo.
-Pues que la magia hizo su arte y Marta ha regresado.
-¿Eso es lo que me querías contar?
-Eso mero.
-No es cierto.
-Tan cierto como que el cielo algún día fue azul.
-¿Pero cómo?
-¿Cómo le hizo la magia? Eso, para que veas, no lo sé.
-¡No pendejo! ¿Cuándo fue que la viste o qué?
-Apenas la semana pasada, te hubiera avisado antes, de no ser porque estás saliendo con el “Sr. Patán de nombre desconocido”.
-Hernán, se llama Hernán.
-Eso da igual ahorita. Por lo menos ya te callaste y tengo tu entera atención.
-Muy chistoso ¿Y… cómo fue que te la encontraste?
-Tú lo has dicho, “por arte de magia”.
-No ya, en serio.
-Pues estaba yo, ¡para qué veas como si salgo, eh!, buscando unos libros en aquellas librerías perdidas del centro de la ciudad. Caminaba por entre obras prohibidas y bizarras que jamás se han leído cuando sentí una columna frente de mí. Bueno, no era una columna sino una persona y al impactarme contra ella todas mis cosas rodaron por los suelos. Montañas de libros cayeron al momento y luego, la vista se me nubló pues me levanté demasiado rápido. Cuando al fin pude afocar y las nubes se dispersaron, lo primero que me encontré fue una mirada cálida y añorosa. Era ella, sin verla aún bien, sabía que era mi Marta.
-¿Y qué hiciste?
-Pues pensaba decir algo elevado, ya sabes, de lo que tanto pensé durante tantos años.
-¿Y qué contestó?
-No pudo contestar nada cuando lo único que dije fue un estúpido y titubeante “hola”.
-¡Ja, ja, ja; Te cohibiste mala onda!
-Pues si, pero ella tuvo un poco más de cordura y una reacción diferente a la que todos hubiéramos esperado.
-Sí, de indiferencia y evasión.
-Eso es obvio. Yo hubiera pensado que ella no quería saber nada de mí.
-Pero han pasado ya tantos años que siempre cabe la duda. Y hablando de aquella reacción distinta que mencionabas, ¿cuál fue?, ¿Qué te dijo? ¿Se portó igual que la última vez?
-Para nada, de hecho, no te la vas a creer.
-¡Eso es seguro! Si no me la he creído desde que empezaste a narrar, ¿tú crees que con algo más interesante no me voy a caer al suelo?
-Cuando la vi, me di cuenta de que ella no habíase movido ante el choque; ni siquiera un poco. Conservaba aquel bello estilo en sus formas de siempre mostrar distinción y la confianza en sí misma se percibía a kilómetros.
-¡Ya Berni, no divagues!
-Bueno, tú dijiste que siguiera narrando. En fin, te digo que es otra. Literalmente lo que Marta me dijo fue: “Te extraño”.
-¡Qué cínica!
-¿Porqué?
-¡Por qué! Pues porque ella se largó ¿te acuerdas? Se fue, te humilló, te destrozó el corazón Bernardo. Marta desaparece en el tiempo y un día te la encuentras; así, por arte de magia, porque ni siquiera te ha encontrado, nunca te busco y cuando tú la encuentras, ella lo único que dice es: te extraño.
-No fue lo único que dijo. Después del encuentro me sorprendí mucho y esperaba estar enojado si algún día sucedía algo así, pero la verdad es que no. Me dio gusto verla, yo también la extrañaba, yo aún la quiero; siempre la quise. Nos fuimos a tomar algo, luego a comer. Pasamos toda la tarde juntos y luego la dejé en su casa. Ella ha cambiado, te lo juro. Sus miedos desaparecieron, y es que el tiempo hace milagros con la gente. Tú por ejemplo cambias de novio como de calzones y nadie te dice nada, pero cambia tu actitud hacia la gente. La vida es un buen remedio contra sus mismas imperfecciones.
-Tal vez tengas razón, la gente cambia con el tiempo; algunas... no todas. Hay gente que no cambia, tú por ejemplo. Siempre esperando el amor, siempre buscando la perfección materializada de un Cupido mitológico.
-Pues tiene que haber gente como yo para que el mundo subsista en tiempos cibernéticos como estos.
-Si Bernardo, pero las cosas cambian como tú lo has dicho, sólo hay que dejárselo al tiempo.
-Pero también hay cosas que perduran; el tiempo es eterno...
-...Y la vida es un abismo. No mames. Tú y yo siempre nos acabamos peleando por estas cosas.
-¿Entonces de qué quieres que hablemos? Tú y yo somos agua y aceite.
-Pero nos queremos mucho...
-¡ja, ja, ja, qué cursi!
-Ni hablar. Contigo no se puede. Y, volviendo a lo de Marta, ¿en qué quedaron?
-Esta noche le pido matrimonio.
-¡Qué! Ahora sí me caigo de espaldas recontracagada. ¿Te has vuelto idiota?
-Mira Carla, llevo tres años esperando al amor, esta vez, no lo dejaré ir... Aunque tenga que matarlo.
oscuro.
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