amor que muere bajo una noche estrellada IV
(último cuadro... leer el número I primero)
Bernardo tomó asiento en su sillón favorito mientras esperaba la llegada de Marta. Miró su reloj, faltaba poco. De repente una preocupación cruzó por su mente y volteó angustiado hacia el balcón; estaba abierto y Bernardo sonrió.
Pensó en todo el tiempo que llevaba planeando este momento, ahora nada podía fallar, esta era su noche.
-Esta es mi noche – murmuró mientras recobraba la calma. (suena el timbre)
El sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos, se dirigió a la puerta y la abrió, era Marta. Tan puntual como siempre. Llevaba una falda negra hasta los tobillos la cual se ajustaba a sus formas tan esculturalmente cinceladas por el ejercicio, y un sweater corto que al moverse ella, dejaba entrever su abdomen; era preciosa, Bernardo lo sabía y se cuestionaba la suerte que había tenido al reencontrarla.
-Te ves hermosa.
-Gracias, me arreglé nada más porque dijiste que esta noche es especial.
-Igual te ves hermosa siempre.
-Me vas a chivear.
-Bueno, entonces ¡Bienvenida a mi noche de velas!.
-Bonitas velas en una noche tan estrellada como esta – Marta se acerca al balcón para contemplar las estrellas y Bernardo la observa desde la puerta, siempre le había fascinado aquella manera suya de caminar; tan fuerte, tan segura, tan suya. Luego él la sigue y la toma por los hombros amorosamente.
-Pasemos de una vez a la mesa ¿te parece?
-Me parece perfecto, muero de hambre – respondió Marta con asombro pero sincera y agradecidamente – tuve hoy un día terrible.
-Podemos hacer que eso cambie.
-Estoy segura de que va a cambiar. – Dijo Marta cuando Bernardo la tomó del brazo. Suavemente y la dirigió a la mesa, le acomodó la silla y se dirigió a la cocina para regresar con el platón de pasta y la carne.
-¡No puedo creer que tú hayas cocinado todo esto! – expresó Marta con tono de incredulidad.
-Hay muchas cosas que aún no sabes de mí, el tiempo pasa y la gente cambia. – Bernardo hablaba con cierto tono divertido y volvió a la cocina desde donde concluye – pero hay cosas como el amor que nunca se olvidan.
Cuando Bernardo regresó traía una bandeja con dos copas y una botella de vino tinto, sirvió las copas y después de colocar una en cada lugar, se sentó y levantó su copa.
-Por nosotros – brindó Marta.
-Por el amor – contestó Bernardo.
A Marta le pareció que se respiraba un aire de amor que nunca antes había sentido, la confianza volvía a ella y esta vez no tenía ganas de escapar. La mirada de Bernardo la embriagaba, la hacía soñar y ahora estaba segura de que nunca podría amar a alguien más que a él.
Toda la cena transcurrió de maravilla entre risas y gestos amorosos, entre sueños y esperanzas, entre rostros y… ¿y el balcón? Marta no entendía porque Bernardo volteaba tanto hacia el balcón, lo notaba nervioso, aunque eso era normal. Ella tenía la seguridad de que, de un momento a otro, Bernardo le propondría matrimonio y un precioso anillo saldría a relucir.
-¿Sabes?, has estado muy misterioso Bernardo – Marta lo dijo porque desde que la había invitado, lo había hecho con mucho ahínco. Él dijo que no podía faltar a su noche de velas porque algo muy importante tendría lugar esa misma noche, aunque no soltaba prenda de lo que sucedería y con un “ven y lo verás” evadía todos los cuestionamientos de Marta. La figura de Bernardo sirviendo el helado la extrajo de sus cavilaciones.- ¿De qué es?
-De chocolate.
-¡Mi favorito! – dijo con voz chiqueada pues desde muy niña había sido adicta al helado de chocolate.
-Lo sé.- dijo Bernardo mientras sonreía y colocaba el plato de helado en el lugar de Marta, después de retirar el plato sucio de la pasta. - Se muchas cosas más...
-Y... ¿ya será hora de que me entere acerca de lo que va a suceder hoy? – preguntó Marta aún con su tonito de niña ingenua, tratando de seguir el juego.
-En cualquier momento lo verás, en cualquier momento lo…- Bernardo giró rápidamente su cara hacia el balcón al ver a la sombra que se introducía por éste. - ¡¡¡¡POR FIN!!!! – gritó mientras descubría la ballesta que había estado ocultando debajo de la mesa, adherida con cinta de aislar a la misma, desde que su noche de velas había empezado. Marta soltó un alarido mietras divisaba una flecha que atravesaba el comedor en dirección al balcón y después de un grito más de sorpresa que de dolor, un ángel caía al suelo con una ala perforada.
-¿Qué carajos está pasando? – gritó Marta histérica al ver a aquella figura celestial retozando en el suelo de dolor. En ese momento, Bernardo se acerca, y ella recibe un fuerte golpe en la cara que la deja inconsciente.
-¡¡Cállate pendeja!! Y no interfieras – Gritó Bernardo al cuerpo inmóvil de Marta, después cargó nuevamente la ballesta con una flecha que se encontraba pegada a la parte inferior de ésta y se dirigió hacia el ángel que yacía en el suelo tratando de soportar el dolor.
-¡Por fin! – volvió a gritar – llegó tu hora Cupido de mierda – Bernardo pateó con gran fuerza al ángel, el cuál dejó caer su arco mientras se estrellaba contra la pared, después lo tomó del ala herida y la desgarró totalmente.
-Detente...- dijo casi sin voz el ángel, que trataba de entender lo que pasaba pero el dolor no lo dejaba pensar, tenía varios huesos rotos a causa de las patadas y el golpe contra la pared. Además, su ala derecha estaba totalmente destrozada. Bernardo lo aventó boca abajo en el sofá de la sala, arrancó la manta que cubría su endeble cuerpecillo y así lo siguió golpeando salvajemente sin soltar la ballesta.
por favor...
detente...
ahahahah... - el ángel no podía hablar más y lo único que conseguía emitir eran unos leves gemidos de su pequeña boca mientras sentía como se desgarraba poco a poco su interior.
-Ésta va por el amor de mi padre que nunca tuve, ésta por el amor de Carolina que me arrancaste salvajemente cuando la muerte se la llevó, ésta va por todo lo que he sentido por Marta…- Bernardo gritaba con júbilo, más que con dolor pues su venganza se había por fin consumado, era tal su felicidad que ni siquiera notaba la sangre que el ángel escupía a bocanadas cada vez más grandes. Al fin Bernardo descargó su última patada con tal fuerza, que parecía ser la primera vez. Cupido sintió algo punzante que le picaba en la cabeza mientras en su mente desaparecían paulatinamente los gozosos jadeos de Bernardo.- Lo siento mucho Cupidito, pero esta vez me tocó joderte a ti.
-Ah...- fue el último suspiro del ángel que fallecía en esos momentos mientras una flecha atravesaba su cabeza.
-Te gané la batalla bajo una noche estrellada – una lágrima solitaria se mezcló con la sangre del ángel que únicamente había bajado del cielo para esparcir un poco de amor.
F I N
Comentarios
Hernán
que escándalo!
La verdad es que te agradezco mucho te hayas chutado los 4 cuadros de la obra... espero algún día volverla a montar para que veas al ángel caer... quizá podrías ser el protagonista con ballesta y violar al ángel... aunke también podrías ser el ángel y ahí si ké escándalo.
jajaja
Gracias por tu comentario.